Un equipo de investigadores encontró variaciones en la estructura ósea y la red vascular de los búhos. El hallazgo más sorprendente se produjo cuando los investigadores inyectaron un tinte en las arterias imitando el flujo sanguíneo y giraron manualmente la cabeza de los animales. Los vasos sanguíneos en la base de la cabeza, justo debajo del hueso de la mandíbula, se hicieron cada vez más y más grandes, a medida que se introducía el colorante, lo que permite a la sangre del búho satisfacer las necesidades energéticas de sus grandes ojos y cerebro, mientras el animal gira la cabeza.
Además, entre otros hallazgos, los científicos encontraron pequeñas conexiones entre los vasos de las arterias carótida y vertebral que permiten que la sangre se intercambie entre los dos vasos sanguíneos. Esto permite al flujo de sangre llegar al cerebro sin interrupciones, incluso si una ruta está bloqueada durante una rotación extrema del cuello.
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